Uno de los derechos humanos es conocer la composición de nuestros alimentos

Compartir en:

Guillermo Bibiloni. Departamento de Física, Facultad de Ciencias Exactas, UNLP.

La radiación ambiental se origina a partir de un gran número de fuentes naturales y antropogénicas o creadas por el hombre. Los elementos radiactivos naturales que se hallan en el aire, el agua y el suelo y pueden clasificarse en: primordiales, creados antes de la formación de la Tierra, y cosmogénicos, formados como resultados de reacciones entre los núcleos de los gases que constituyen la atmósfera y los rayos cósmicos que inciden sobre ella. Ejemplos del primer tipo son el 40K, el 238U, el 235U y el 232Th y sus hijos, productos de los procesos de decaimiento. Por otro lado, el 7Be, 14C y el 3H, son ejemplos de radioisótopos de origen cosmogénico.

Vivimos en un mundo radioactivo y también lo son nuestros alimentos

La radioactividad de la corteza terrestre es principalmente debida a la presencia de 40K y a los que se suman los radionucleídos de las tres series naturales (238U, 235U y 232Th). Estos nucleidos están en todo tipo de suelos y aguas. Los niveles específicos de radiación terrestre ambiental están relacionados con la composición geológica de cada área separada litológicamente y al contenido natural de radionucleídos en rocas a partir de los cuales los suelos fueron originados. De modo que, diferencias sobresalientes en la radioactividad natural de muestras ambientales, tales como agua y suelos, existen en relación al origen geológico de los suelos.

La distribución de equilibrio de los isótopos naturales puede ser perturbada cuando materiales naturales que contienen isótopos radioactivos son utilizados como materia prima por diversas industrias convencionales (concentración o refinamiento de minerales, petróleo y agua para aplicaciones, centrales de carbón, etc.), o nucleares. De esta manera, los elementos radioactivos presentes, tales como Ra, U y Th pueden ser concentrados en los productos, subproductos, residuos y efluentes debido a la actividad humana. Así, los efluentes y residuos modificarían el nivel de actividad por sobre los valores naturales.

El advenimiento de la era nuclear, a mediados del siglo pasado, trajo aparejada la producción de nuevos radioisótopos, ahora creados por el hombre, como por ejemplo el 137Cs y el 90Sr. Estos radioisótopos antropogénicos agregaron globalmente cantidades pequeñas al inventario de radiactividad. Cuando tienen lugar ensayos de armas nucleares o accidentes vinculados a la industria nuclear, enormes cantidades de partículas radiactivas son liberadas en la atmósfera, las cuales, arrastradas por los vientos, recorren largas distancias para luego precipitar y diseminarse sobre grandes extensiones de la Tierra.

Este fenómeno, denominado lluvia radioactiva, produce el depósito de elementos radiactivos sobre los pastos, las hojas de las plantas, los suelos, las aguas y los sedimentos. Esta contaminación fue objeto de interés internacional, lo que devino en una variedad de mediciones de los niveles de radiactividad depositados sobre la superficie de la Tierra. Vivimos entonces en un mundo radioactivo en el cual los niveles de radiación natural son diferentes, en general, en cada región del planeta. Los seres vivos también son radioactivos ya que el aire que respiran y los alimentos que consumen contienen radionucleídos los cuales quedan alojados en los tejidos.

:left Nuestros alimentos son radioactivos pero, ¿están contaminados radioactivamente? ¿Cómo saber, entonces, si un alimento, hoy y aquí, tiene niveles de nucleídos por encima de los niveles naturales o si contiene algún isótopo antropogénico? Lo ideal es determinar los constituyentes radiactivos en condiciones “normales” para determinar la línea de base y disponer de “un observatorio de control” capaz de comparar estos resultados. En el Grupo de Investigación y Servicios de Radioactividad Natural y Medio Ambiente, Departamento de Física-Facultad de Ciencias Exactas-UNLP, IFLP-CONICET (GISDRAMA) se llevan adelante un conjunto de proyectos destinados a la construcción de estas líneas de base. En particular, los autores del trabajo que aquí comento, Activity levels of gamma-emitters in Argentinean cow milk (Journal of Food Composition and Analysis, Volume 22, Issue 3, May 2009, Pages 250-253), pretende justamente esto.

Los autores, integrantes del GISDRAMA, hacen un relevamiento de la radioactividad presente en leche vacuna de las diferentes cuencas lecheras de la Argentina y los registran para establecer niveles de base. Como dato interesante estudian también muestras de leche de nuestros vecinos, Chile y Uruguay. Para ello determinaron sistemáticamente la concentración de núcleos emisores de radiación electromagnética (radiación gamma) en más de treinta muestras de leche tomadas entre los años 2000 y 2007 de diferentes cuencas lecheras. Estos experimentos se llevaron a cabo utilizando un espectrómetro de radiación gamma de alta resolución.

Los resultados mostraron que en condiciones normales, las leches argentinas contienen en promedio 60 Bq/l del nucleído natural 40K. La dosis efectiva comprometida, determinada considerando el consumo anual de leche en Argentina (219 l por persona) junto con el coeficiente de dosis y la pirámide poblacional, indican que los valores de dosis efectiva es cercana a los valores recomendados por el Comité Internacional de Radioprotección y la Comité Científico sobre los Efectos de Radiación Atómica de las Naciones Unidas. Por otra parte, las actividades de los elementos de los nucleídos pertenecientes a las cadenas naturales del U y del Th están por debajo del límite de detección (2 Bq/l y 1 Bq/l, respectivamente).

Con referencia a los nucleídos antropogénicos, sólo se detectaron niveles de actividad de 137Cs por encima del límite de detección (0.06 Bq/l) en la muestra de leche chilena. Estos valores son compatibles con la lluvia radioactiva proveniente de los ensayos nucleares realizados en el Pacífico Sur durante décadas pasadas.

¿Cómo seguir adelante y detectar eventuales contaminaciones radioactivas? Pero como siempre, detrás de una publicación hay una idea rectora. Y que mejor que transcribir palabras de la propia Judith Desimoni y sus colaboradores: “La radioactividad no se detecta por ninguno de los cinco sentidos humanos pero es omnipresente. Sin embargo, la sola mención de la palabra radioactividad genera temor en la población debido a la mala prensa que se ha ganado por los accidentes en reactores nucleares y a las explosiones de Nagasaki e Hiroshima, por ejemplo".

"Entonces, cómo convivir sin temor con la producción de energía nucleoeléctrica, las aplicaciones industriales y médicas de los nucleídos y el Plan Estratégico Nuclear de nuestro país? Por un lado, alfabetizando científicamente a la población y por otro haciendo controles medioambientales y alimenticios sistemáticos y periódicos. El primer punto es un trabajo que conecta a los docentes-investigadores y la sociedad mediante el mejoramiento del conocimiento de la población de los efectos de la exposición a bajas dosis de radiaciones ionizantes. En efecto, nuestro laboratorio es un 'laboratorio de puertas abiertas' dedicado a la recepción de alumnos y docentes de escuelas, y de las distintas carreras de grado y postgrado de la UNLP, organizaciones barriales y no gubernamentales. Estos actores son utilizados como multiplicadores de la información. En lo que respecta al monitoreo, tratamos de contribuir mediante el desarrollo de programas de control gerenciados por laboratorios constituidos en universidades nacionales, tal como en Europa. Nos enorgullece afirmar que somos el primer laboratorio universitario con estos objetivos del país! Pero obviamente somos conscientes de que nuestra contribución es sólo un granito de arena en una playa."

Artículo original: J. Desimoni, F. Sives, L. Errico, G. Mastrantonio, M.A. Taylor, Activity levels of gamma-emitters in Argentinean cow milk, Journal of Food Composition and Analysis, vol 22, pp 250-253

**Instituciones:**Departamento de Física, Facultad de Ciencias Exactas, Universidad Nacional de La Plata, Instituto de Física La Plata (CONICET), LaSeISiC, Facultad de Ciencias Exactas, Universidad Nacional de La Plata (CIC–CONICET), Toxicología de Alimentos, Departamento de Química, Universidad Nacional de La Pampa.

Contacto: Leo Errico (E-mail: [email protected]), Guillermo Bibiloni (E-mail: [email protected])