“¿Es realmente posible la divulgación científica?” Fragmentos de una entrevista a Pierre Thuillier

Compartir en:

Paula Bergero. Facultad de Ciencias Exactas (UNLP).

En este artículo reproducimos parte de una entrevista realizada al filósofo francés Pierre Thuillier (1927-1998), quien se ha dedicado a la historia de la ciencia, la epistemología y al estudio de las relaciones entre Ciencia, Tecnología y Sociedad. Además, fue editor de la revista de divulgación "La recherche" desde su fundación en 1970 hasta 1992. La entrevista –publicada en la revista de divulgación Ciencia hoy- fue hecha en 1989 por Paulo César Abrantes, Ildeu Castro de Moreira y Alicia Ivanissevich en su visita a Río de Janeiro con motivo de un Seminario conmemorativo de los 350 años de la publicación de los Diálogos acerca de dos nuevas ciencias, de Galileo. En ella Thuillier responde sobre Galileo y el impacto de su obra en la ciencia, pero también sobre cuestiones como la divulgación científica y los problemas éticos que conllevan algunas áreas de la ciencia contemporánea.

Sobre la divulgación científica se suele discutir si es una tarea que corresponde a los científicos, quienes deberían informar a la sociedad de sus resultados, o si debe quedar en manos de periodistas y comunicadores especializados. En sus declaraciones, Pierre Thuillier va más allá en sus cuestionamientos, los cuales permanecen vigentes a pesar de los más de 20 años trascurridos.

:left

Invitado a reflexionar sobre la cuestión de la divulgación científica, Thuillier expresa:

A este respecto haría una primera pregunta: ¿es realmente posible la divulgación científica? Hay quienes creen que ella promueve el aprendizaje de la ciencia. Son como los "internalistas" de la historia de la ciencia, que sólo consideran los textos y creen que, leyéndolos, se aprende todo. El caso extremo es el de la persona no muy instruida, que compra un montón de revistas científicas, lee todo y queda convencida de que conoce la ciencia. En fin, ¿se puede aprender ciencia a través de la mera lectura de textos? Ya comentamos que la ciencia no está hecha de textos, es una práctica... Otro problema es saber si la divulgación científica forma de hecho a las personas y cultiva el espíritu crítico, como en general se afirma. Lo que la experiencia muestra es que se trata, en muchos casos, de una literatura completamente mistificadora. Cuanto más sofisticado es un artículo, cuando más abstrusa es la cuestión que aborda, más disparates puede contener. Un ejemplo: cuando La Recherche cumplió un año, resolvimos hacer un "día de los inocentes". Preparamos un artículo que relacionaba la configuración de ciertas estrellas con la nariz de un animal inventado por un biólogo francés para burlarse de los evolucionistas, que caminaba sobre su propia nariz. El texto tenía dos páginas de consideraciones sobre tales estrellas y tal animal, citando periódicos inexistentes. ¿Sabe que mucha gente lo tomó en serio? Hasta un famoso periodista científico de la televisión francesa, autor de libros de divulgación que se venden por millares, creyó ingenuamente en una cosa tan disparatada. Nunca más repetimos la broma: mucha gente cree cualquier cosa si está dicha por una revista científica. El problema es serio. ¡Ningún absurdo parecerá más espantoso que el de la mecánica cuántica! En su afán de enseñar ciencia las obras o revistas de divulgación van al encuentro de personas incapaces de crítica. (...) ¿No sería el verdadero saber aquél que las personas son capaces de dominar? Si el público no domina el saber ni es capaz de criticarlo, estamos exhibiendo una especie de "vidriera de la ciencia" y un saber que solamente puede ser contemplado, no tocado.

Revista La Recherche:left

Ante la pregunta de cómo evitar estos efectos, Thuillier puntea:

El verdadero problema sería distinguir niveles de vulgarización (Nota: utilizado como sinónimo de popularización), y ser concientes de que ella no es enseñanza.

Es necesario también diferenciar vulgarización científica y cultura científica. Esta última consiste en el saber que se puede tener sobre la ciencia. No se trata de estar a la par de los últimos resultados de la cosmología relativista, de ésta o de aquélla novedad; la cultura científica se ocupa, sobre todo, de las informaciones sobre el progreso, el avance del conocimiento.

En el plano del conocimiento hay dos cosas fundamentales: primero, mostrar bien el significado de lo que se hace en ciencia, lo que en general no ocurre. Son comunes los grandes titulares que anuncian descubrimientos que, de hecho, no cambiaron gran cosa en un determinado campo. El segundo punto tiene que ver con las lagunas. No deberían divulgarse sólo los triunfos de la ciencia, también es fundamental mostrar lo que no se conoce. Tomemos por ejemplo la teoría de la evolución. Permanentemente se anuncian pequeños perfeccionamientos logrados en este terreno, lo que sugiere que ya existe un cuerpo completo de conocimientos que va recibiendo retoques finales. Esto no es verdad: la teoría de la evolución tiene enormes lagunas. Es difícil mostrarlo porque las revistas, los científicos y los mismos lectores quieren progresos, pasos decisivos. Pero el efecto de la práctica usual es desastroso: hay personas que después de leer veinte artículos sobre la teoría de la evolución adquieren al respecto ideas claras y precisas, en tanto los verdaderos científicos están llenos de dudas. De esta manera no se contribuye, por lo tanto, a la formación de un espíritu crítico. Un artículo importante tal vez debería estar acompañado de un texto crítico, escrito por otros científicos, con sus evaluaciones respectivas.

También me gustaría señalar que existe una contradicción permanente en la divulgación científica. Para el investigador los problemas se presentan complicados; cuando el asunto se enseña en las facultades, se lo empieza a simplificar; en la escuela primaria o en la vulgarización todo se vuelve aún más simple. Queriendo "facilitar", la vulgarización simplifica y dogmatiza. (...)

Finalmente, creo que debe hacerse un esfuerzo para mostrar el saber de un modo crítico. Se debe presentar una imagen realista de lo que es una institución científica. Mostrar las presiones a las que están sujetos los investigadores, mostrar la cultura política de la ciencia, cómo está financiada, cómo es su organigrama administrativo. Se debe saber que el progreso en un área dada resulta no sólo de las presiones sociales sino también de las dotaciones presupuestarias. En la divulgación, por lo tanto, lo esencial no es sólo revelar los últimos detalles técnicos, los descubrimientos, los resultados, sino mostrar el significado de los resultados y la forma en que se produce ciencia: el funcionamiento de la institución científica, las academias, los árbitros, las dificultades del científico joven, el financiamiento, las diversas interpretaciones existentes, etc. De todo esto depende lo que llamo la verdadera cultura del ciudadano. Es esto lo que hará posible el control colectivo y democrático de la ciencia.

Por último, ofrece una propuesta:

Para los problemas importantes del hombre no hay solución técnica neutra: los problemas son siempre más complicados que el modelo científico. La salida tal vez consista no en pretender la objetividad y la neutralidad, sino en hacer que varias personas, con puntos de vista variados, hablen sobre un mismo asunto. De esta forma el lector podrá formarse un juicio. El verdadero problema detrás de todo esto es el de transformar al lector pasivo (en la divulgación tradicional, el lector es pasivo, los descubrimientos llegan hasta él, pero él no puede siquiera evaluarlos) llevándolo a ejercitar su espíritu crítico. Esto es muy importante, precisamente porque la ciencia está en el corazón del sistema. Si enseñamos a las personas a respetar por demás a la ciencia, estaremos socavando la posibilidad de criticar a la tecnocracia.

"Pierre Thuillier : El Contexto Cultural de la Ciencia", de Paulo Cesar Abrantes, Ildeu de Castro Moreira y Alicia Ivanissevich, publicado en Ciencia Hoy, Volumen 1, Nº 3, abril-mayo 1989, pp. 18-24.