Comunicar la ciencia: ¿Resultados o procesos?
Paula Bergero. Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (INIFTA) y Universidad Nacional de La Plata.
(Foto Roman Kraft en Unsplash.)
En esta reseña comentamos el artículo La noticia sobre ciencia: Sesgo hacia la comunicación de los resultados sobre los procesos de la investigación científica. En el trabajo, publicado en diciembre de 2020 en una revista chilena especializada en comunicación de la ciencia, el investigador en biología y comunicador Antonio Mangione (Universidad Nacional de San Luis e Instituto Multidisciplinario de Biología IMIBIO CONICET) presenta una propuesta de análisis de noticias periodísticas de ciencia en grandes medios que permite detectar la presencia de sesgos.
Muchas cosas cambiaron desde la llegada de la pandemia. Por ejemplo, la forma en que nos relacionamos, la forma en que aprendemos, y también la forma en que recibimos, analizamos e interpretamos las noticias sobre ciencia. La imagen de ciencia poseedora de una verdad absoluta, unánime e inmutable siempre fue una visión deformada, y ahora queda claro más que nunca. La ciudadanía debe lidiar en estos tiempos con aquello que casi nunca formaba parte de la “ciencia comunicada”: los procesos de creación de conocimiento. En este nuevo protagonismo de la parte oculta de la ciencia, queda a la vista que la supuesta línea recta que nos lleva hacia el progreso es en realidad más parecida a un revoltijo de ovillos de lana escalando una montaña. Quedan en evidencia los errores, los retrocesos, las rectificaciones, las –a veces enormes- limitaciones de los métodos, las distintas posibles interpretaciones de un mismo hecho, las diversas escuelas, las tensiones económicas y políticas que atraviesan la creación de conocimiento científico.
Otro proceso que actualmente queda a la vista es la relación compleja de la ciencia con la tecnología, con límites difusos entre una y otra (¿dónde termina la ciencia y empieza la tecnología cuando se trata de vacunas?), y retroalimentaciones tanto positivas como negativas. Así, por ejemplo, el mayor conocimiento sobre el patógeno (ciencia) permite la creación de nuevos test diagnósticos (tecnología), que a su vez posibilitan extensos estudios epidemiológicos (ciencia) que nos permiten, nuevamente, saber más y generar estrategias de control y manejo (que también, en tanto herramientas, son tecnología). Pero también la interferencia entre algunos tipos de test diagnósticos de dengue y de COVID-19 (tecnología) puede resultar una limitación para el estudio de un fenómeno como la coexistencia de epidemias (ciencia).
Sumado a esta súbita aparición en escena del “backstage” de la ciencia, tenemos de repente cientos de protagonistas que toman el papel de interlocutores: personas que se dedican a investigar (en casi cualquier tema), personal de salud, estudiantes de doctorado. Estamos lejos del estereotipo de sabiduría encarnada en grandes -y pocas- figuras del mundo del conocimiento. No nos hablan hoy Luis Leloir ni Cecilia Grierson, sino que nos llegan numerosos discursos por día de decenas de personas con diploma de universidad o portando la insignia del CONICET, que además son divergentes: incluso a veces se pelean en público (por televisión o redes sociales). Las referencias se vuelven difusas. Una infectóloga que atiende en un hospital, ¿es una científica? Además, en algunos casos estos nuevos interlocutores manifiestan más o menos explícitamente sus posiciones políticas, algo fuera de todo contrato tácito respecto de lo que una persona de ciencia “debe ser” según la imagen dominante (estereotipada en personas de anteojos y guardapolvos, recluidas en laboratorios y sin más pasiones que el conocimiento).
Este crudo baño de realidad, esta pluralidad de voces, lejos de tranquilizar a la población, la saca de la “zona de confort”, aquella en que la noticia de ciencia es ese cuadradito del diario que nos promete cargadores inalámbricos o drogas que retrasen el envejecimiento, o nos informa sobre un nuevo agujero negro en una lejana galaxia. Podemos usar aquí una analogía. La realidad recién descubierta es que los Reyes Magos son los padres, y a veces ni siquiera tienen plata. Eso genera la sensación de ser inocentes víctimas de un engaño, desazón, decepción, falta de confianza... hasta que llega la fase de negociación y aceptación, porque después de todo, los regalos que (la ciencia) nos trae son enormes. Sin embargo, aquí la analogía falla, pues una parte de la población queda detenida en el descrédito y la desconfianza. Una parte de la población, entonces, será proclive a posturas anticientíficas como el terraplanismo, el movimiento antivacunas y las teorías conspirativas.
Desde la perspectiva de la comunicación pública de la ciencia, la transición desde una imagen de ciencia estereotipada e ingenua hacia otra epistemológicamente más adecuada y más real no puede ser sino beneficiosa. Que nos toque transitarla de sopetón en un escenario de pandemia, es toda otra cuestión en sí misma.
Las noticias prepandémicas
¿Por qué estas controversias, tensiones políticas y problemas metodológicos nos parecen nuevos? ¿De qué trataban las noticias de ciencia prepandémicas de los grandes medios de comunicación? De la complejidad de la actividad científica real y de su –deformado- reflejo en la noticia nos habla el artículo de Mangione.
La conclusión es que los procesos de investigación científica están escasamente desarrollados en las noticias sobre ciencia, mientras que son los resultados los que se llevan las palmas de la representación. ¿Pero por qué se plantea la distinción entre proceso y resultado?
Como Mangione plantea al inicio del artículo, históricamente la comunicación pública ha pasado desde un poco exitoso modelo de déficit cognitivo, en el que el interés del público por la ciencia se incrementa aportando información respecto a hechos científicos, hacia otro modelo algo más sutil en el que se plantea que la clave es acercar científicos y públicos. Pero considerando que la brecha entre ellos no está ya asentada en la cantidad de información a la que accede cada grupo sino a otra dimensión: tener o no tener experiencia en la propia creación de conocimiento. Es decir, aportar información sobre las prácticas científicas, es decir, sobre los procesos, resulta más eficiente en la creación de una cultura científica que el mero aporte de datos o resultados.
Ahora bien, basado el Latour y otros, nos cuenta Mangione que si miramos una publicación científica en una revista revisada por pares, es decir, una pieza de comunicación de ciencia destinada a la misma comunidad científica, veremos que aún allí la mayor parte de los procesos de producción del conocimiento están ausentes. Porque en virtud de la legibilidad y de los límites a la extensión de los textos y de la construcción de un hilo argumental resistente a embates, para llegar al paper fue previamente operada sobre la investigación un recorte y una simplificación de las condiciones en que ese conocimiento fue generado.
Y esto representa un gran desafío para quienes producen noticias científicas para el público, puesto que si la comunicación científica “se aborda restando elementos de juicio y comprensión sobre la génesis, contexto y alcance de la investigación científica entonces es esperable que la distancia entre conocimiento científico y los públicos no solo se amplíe, sino que además se caricaturice la actividad científica”.
Por todo esto es que resulta deseable una comunicación pública de ciencia que esté balanceada respecto de la presentación de resultados de la investigación científica de y las condiciones en que los mismos fueron construidos.
Lo que las noticias de ciencia dicen (y lo que no)
¿Cómo detectar esta diferencia entre resultados y procesos? Para cuantificar esta subrepresentación, Mangione analizó 35 noticias y 27 artículos con notas de opinión o entrevistas, de uno de los dos portales que concentran la mayor parte del flujo informativo en Argentina: el portal Clarín. En ellas, estudió la frecuencia de aparición de distintos elementos en los textos en formato digital entre los días 01-01-2016 al 1-07-2017. Para detectar el relato de procesos relacionados con la producción científica, las referencias buscadas fueron aquellas relacionadas con un abordaje epistemológico (es decir, reflexiones sobre el quehacer científico), ético, político e histórico. Por ejemplo, menciones a fuentes de financiamiento, a controversias, a polémicas, a errores y a problemas metodológicos. Para detectar el informe de resultados, se buscó la presencia de optimismo epistemológico, utilidad, progreso y espectacularidad. Ejemplos de estas categorías son las menciones a posibles extensiones a humanos de investigaciones en animales, mejoras casi infinitas en capacidades tecnológicas, valoraciones de los resultados en términos de futuras curas a enfermedades.
Entonces, para cada nota y tanto para las dimensiones indicadoras de resultados como de procesos, se asignó un valor de 0, si no se hallaba ninguna categoría; 1 si se encontraban menos de la mitad; 2 si se detectaban la mitad; 3 si se hallaban más de la mitad.
Restando al valor dado para procesos el valor dado para resultados se obtiene el parámetro que el artículo propone para analizar el sesgo: si es positivo, la noticia está orientada a procesos, mientras que si es negativo está orientada hacia resultados. El 0 es un indicador de que la nota periodística está balanceada en contenidos.
Con esta metodología se determinó que de las 35 noticias analizadas, el 82% tiene sesgo hacia resultados. Sólo 3 de las 35 equilibraban las referencias a resultados con las referencias a procesos. En cambio, se encontró que el 44% de las 27 notas de opinión y entrevistas estudiadas está sesgada a favor de los procesos.
Otra pregunta interesante en esta búsqueda de sesgo en las noticias hacia el informe de resultados o hacia el relato de procesos es si existía diferencia entre las notas anónimas o aquellas firmadas por periodistas. Del material analizado, el 83% no está firmado (son producciones de agencias o redacción). Curiosamente, el 85% de las notas basadas en procesos están redactadas por otros medios o firmadas.
Esta cuantificación resulta relevante, puesto que según la mirada expuesta por Mangione, la incorporación de conceptos vinculados a los procesos de la investigación científica en las noticias periodísticas especializadas favorece el diálogo, la discusión y el debate entre expertos científicos y públicos. Dado que las noticias firmadas, las notas de opinión y entrevistas están sesgadas hacia el relato de procesos, y por ende a una mejor representación de la complejidad de la investigación científica, que a su vez promueve un acercamiento entre personas de ciencia y público no experto, esta investigación no solo plantea que una mejor comunicación pública de la ciencia en medios es posible, sino que claramente nos propone un camino. La observación de que el material periodístico firmado es mejor (más complejo y reflexivo) muestra además que el giro hacia una mejor comunicación de ciencia (que la actual pandemia ha revelado como indispensable) es mayormente responsabilidad de la política editorial de los medios.
¿Qué reflejará la metodología de análisis propuesta por Mangione cuando se analicen las noticias científicas de 2020? ¿Y las noticias pospandémicas? Es probable que el giro ya esté en marcha, pero depende de los medios, del periodismo especializado y también de quienes se dedican a la ciencia y a la educación sostener la presencia de los procesos de la investigación científica en la imagen pública de la ciencia para que el cambio se consolide.
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